EL HECHO RELIGIOSO
I. DESCRIPCIÓN GENERAL DEL HECHO RELIGIOSO
Introducción
Las
religiones son un hecho innegable de la historia y constituyen un
elemento insoslayable a la hora de comprender la cultura humana. Por
eso el fenómeno religioso es objeto de estudio por parte de investigadores de
diferentes ramas del saber. Ya no sólo la filosofía se ocupa de la religión,
sino también las llamadas ciencias humanas: desde finales del siglo pasado,
sociología, psicología, historia, antropología cultural y fenomenología de la
religión le prestan atención. Fue en la segunda mitad del siglo XIX cuando
empezaron a ponerse las bases del estudio científico del hecho religioso,
naciendo así la llamada ciencia de las religiones o estudio
positivo del fenómeno religioso, que, desde diferentes perspectivas, trata de
describirlo y comprenderlo en cuanto actividad humana empíricamente
constatable.
El
estudio del fenómeno religioso se realiza hoy desde una pluralidad de
perspectivas o enfoques, que podemos resumir en el esquema siguiente:
-
Antropología cultural
-
Historia de las religiones
-
Sociología de la religión
-
Psicología de la religión
-
Fenomenología de la religión
-
Filosofía de la religión
-
Teología
I.1. Actitud específica del hombre.
Es
un fenómeno humano específico. El
hecho religioso es un fenómeno humano peculiar, un comportamiento o forma de
vida que presenta unas características que lo diferencian de otras formas de entender
y vivir la existencia humana. Presenta unos elementos configuradores y una
estructura propios, que podríamos resumir en el esquema siguiente:
Hierofanías
MISTERIO relación HOMBRE
(Realidad
determinante)
(Realidad interpelada)
Expresiones
religiosas
¿Cuál es su
especificidad?
El
hecho religioso se distingue de otros fenómenos humanos por su intencionalidad
específica. La intencionalidad propia de la relación religiosa entre el
Misterio y el ser humano, más allá de todas las diferencias existentes entre
las numerosas religiones históricas, se resume en la actitud de
reconocimiento por parte del hombre de una Realidad Suprema, que se le hace
presente y a la que percibe como salvadora y se entrega confiada y
respetuosamente.
¿Dónde situamos su raíz?
El
hombre es un ser que constitutivamente “pregunta”, desde su contingencia y
finitud busca un fundamento último para todas las cosas. Por eso se pregunta
por ese algo Absoluto, fundamento último de toda la realidad.
El
hombre es también “animal de experiencia”. Rota la animalidad instintiva se
enfrenta al mundo de manera reflexiva; la experiencia, como apertura a toda
realidad, incluido el misterio, es su modo de realización.
Desde
estos dos rasgos podemos definir al hombre como “animal religioso”, como un
viviente que se abre de manera fundante hacia el misterio.
I.2. El
hecho religioso, un componente cultural
La religión, en cuanto comportamiento
del hombre con unas realizaciones objetivas específicas, forma parte de
la cultura humana. Comúnmente se entiende por cultura la actividad humana que
sobrepasa el mero impulso instintivo y el funcionamiento simplemente biológico.
Atendiendo a los productos de dicha actividad, la cultura comprende
conocimientos, creencias, arte, moral, derecho, costumbres, actitudes y hábitos
adquiridos por el hombre en cuanto miembro de un grupo.
El
hecho religioso no sólo es un elemento integrante de la cultura, sino además un
componente cultural de primer orden dentro de la historia de la
humanidad. Sin el factor religioso la cultura humana quedaría drásticamente
mutilada. Pensemos simplemente qué pérdida supondría para la cultura española
si fueran destruidas nuestras catedrales, iglesias y capillas; si se quemara
toda la literatura de contenido religioso; si desaparecieran todos los cuadros
de tema religioso y todos los museos y archivos de la Iglesia y fueran
suprimidas todas las fiestas y todas las instituciones educativas de origen
religioso.
Quizá
ningún otro componente cultural presenta una gama tan amplia de expresiones
e implicaciones como el fenómeno religioso. Las convicciones religiosas
interactúan significativamente en ámbitos tan diversos como el arte, el
derecho, la moral, las costumbres, la política, la educación o la familia. Sin
el factor religioso la vida y la historia
de los pueblos resultan incomprensible.
Por todo ello, el fenómeno religioso está
siendo centro de atención de todos los estudiosos de la cultura humana,
independientemente de las convicciones personales de cada uno respecto a las
religiones concretas.
I.3. El hecho
religioso, un capítulo de la historia humana
Las
religiones son un dato innegable de la historia. Nos topamos con
ellas por doquier. En cuanto parte de la historia humana, el hecho religioso
presenta una serie de rasgos característicos:
*
Es un fenómeno antiguo. Los primeros vestigios de religiosidad se
remontan a la prehistoria. Son numerosos los restos arqueológicos de la
prehistoria que son interpretados como signos de actividad religiosa: las
pinturas rupestres (exponentes de ritos encaminados a facilitar la caza o a
fomentar la procreación), las Venus del Paleolítico Superior y del Neolítico
(primeras figuraciones de las diosas-madres, protectoras de la fecundidad y de
la fertilidad), los monumentos megalíticos (estructuras funerarias y lugares de
culto), las sepulturas cuidadas y ornamentadas (signos de creencia en otra vida
después de la muerte) son algunos de los testimonios arqueológicos de creencias
y prácticas religiosas en los albores de la humanidad. Hoy los historiadores sostienen comúnmente
que la historia religiosa de la Humanidad es tan antigua como la historia de la
cultura humana.
*
Es un fenómeno universal. Hasta el momento presente no se ha
descubierto ninguna sociedad ni cultura en la que no se hayan detectado huellas
de actividad religiosa. La religión no ha sido patrimonio exclusivo de una
época o lugar, sino una práctica universal en el espacio y en el tiempo.
*
Es un fenómeno persistente: Los reiterados anuncios del fin próximo
de la religión hechos desde el siglo XVIII se han visto avocados al fracaso.
Las religiones perviven en la actualidad y no sólo las llamadas religiones
tradicionales (religiones tribales de pueblos sin escritura), sino también los
grandes sistemas clásicos (v. gr., Cristianismo, Judaísmo, Islam, Hinduismo,
Budismo...), algunos de ellos asentados mayoritariamente en las sociedades
industriales avanzadas, como es el caso del Cristianismo en Europa y Estados
Unidos o el Shinto y diversas ramas budistas en Japón. Más aún, los sociólogos
hablan de que en nuestros días se está dando un resurgimiento de lo sagrado, a
veces bajo formas distorsionadas (sectas, espiritismo, horóscopos...).
*
Es un fenómeno complejo. Como ya se ha indicado antes, presenta una
gama amplísima de expresiones e implicaciones:
a. Se expresa a
nivel personal individual y a nivel comunitario,
b. En el ámbito
de la razón (teología, filosofía) y del sentimiento (emoción religiosa, arte
sacro en cualquiera de sus formas).
c. En el campo
de la teoría (creencias, credos,
mitos...) y el campo de la acción (ritos, moral).
d. En el
espacio (lugares sagrados) y en el tiempo (calendarios litúrgicos y festivos).
e. En
tradiciones orales y escritas (libros sagrados: Biblia, Corán, Awesta,
Vedas...).
En
el apartado del hecho religioso como componente cultural se ha hecho ya mención
de la interacción de la religión con el resto de los elementos que conforman la
cultura (arte, derecho, moral, organización social...). Cabe ahora añadir que
las religiones, de una u otra manera, han estado relacionadas con las
preocupaciones vitales más profundos del ser humano, como son las
preguntas por el origen, el destino último y el sentido de la vida[3]. Este dato
es otro indicador de la complejidad del hecho religioso.
*
Es un fenómeno variado. El hecho religioso se concreta en multitud de
religiones muy diferentes entre sí:
a) Por su concepción de la divinidad:
Hay sistemas
politeístas (por
ejemplo, la gran mayoría de las religiones de la antigüedad y de las religiones
tradicionales, ciertas formas del Hinduismo y del Budismo, el Shintoísmo) y sistemas
monoteístas (por
ejemplo, el Cristianismo, el Judaísmo, el Islam o el Movimiento Sihk).
Se
dan unas concepciones de Dios muy antropomórficas
y otras profundamente espirituales.
Algunas
religiones, como el Judaísmo, el Cristianismo o el Islam, resaltan la trascendencia de la divinidad y
otras, como ciertas corrientes hinduistas o budistas, se inclinan hacia el panteísmo.
Algunas
tradiciones, como las llamadas religiones proféticas, acentúan el carácter personal de lo divino
en tanto que otras conciben a la divinidad como un poder, tal es el caso de algunas religiones
tradicionales, o como una realidad suprapersonal, como ocurre en la
corriente upanishádica del Hinduismo o en el Budismo.
b) Por su concepción de la salvación:
Algunas
religiones entienden la salvación como algo intrahistórico (bienes temporales) y otras miran a la metahistoria (inmortalidad,
resurrección). Mientras determinadas tradiciones hablan de la salvación en
términos de simple liberación de
las ataduras espacio-temporales, así por ejemplo, el Hinduismo, el Budismo y el
Jinismo, que básicamente aspiran a liberarse del ciclo de las reencarnaciones).
Otras, en cambio, la presentan como una donación positiva de la divinidad,
expresándola incluso en clave de divinización,
es decir, participación de la vida o ámbito divinos; tal es el caso de las
religiones proféticas superiores en general.
c) Por su manera de articular las relaciones
entre la Divinidad y los hombres:
Las hierofanías,
es decir, aquellas realidades de nuestro mundo en las que el hombre ha
percibido la presencia o manifestación de lo divino, son variadísimas: hierofanías
de la naturaleza (montañas, ríos, árboles, terremotos, ciclos
estacionales, etc.), hierofanías
celestes (sol, luna, estrellas, rayo, etc.), hierofanías históricas
(acontecimientos de la historia, como el éxodo para Israel), personales (Jesús de Nazaret para los
cristianos). Las expresiones religiosas[4] o modos de
responder el hombre a la divinidad también son muy diferentes, no sólo en sus
formas externas, sino también en el cariz de las exigencias y de las
motivaciones. Así nos encontramos con religiones marcadamente ritualistas,
que ponen el acento en realizar determinadas ceremonias, por ejemplo el Shinto, algunas religiones tradicionales
y algunas formas de Hinduismo. En cambio, otras se caracterizan por sus
elevadas exigencias éticas, que miran más a la obediencia de
mandatos de la divinidad para orientar la vida entre los seres humanos y adquirir
determinadas actitudes personales, como ocurre en el Zoroastrismo, el
Cristianismo el Judaísmo o el Islam.
I.4. Rasgos esenciales
de lo religioso.
¿Qué
distingue lo religioso de lo que no lo es? A la luz de lo que venimos diciendo, podríamos
calificar a algo como “religioso” por su carácter de “separado”, intocable, una
realidad diferenciada cualitativamente de lo inmediato, distante de la
realidad inmediata o escondido tras ella o vehiculado por ella. Se caracteriza,
además, por su Potencia o Poder, de la que el hombre y toda la realidad
“depende”. Una Potencia Suma con la que el hombre entra en relación de
manera concreta y experiencial.
1. Es
decir, como primera nota constitutiva de toda religión señalaríamos una
determinada CONCEPCIÓN DE LA DIVINIDAD, que puede ser Impersonal
o Personal.
El uso y contenido de términos como “Dios” o “deidad” difiere notablemente de
unas religiones a otras. No significan frecuentemente lo mismo aplicado a una
religión politeísta o monoteísta. Por ejemplo en las religiones monoteístas hay
seres, como los ángeles o los demonios, que no son divinos y, sin embargo,
están incluidos en el sistema religioso monoteísta. En cambio, en una religión
panteísta hay entidades primordiales muy distintas del Dios de la Biblia o de
un dios politeísta como Apolo (por ejemplo, el hindú Brahma o el chino Tao).
Hay seres primordiales de tipo naturalista (por ejemplo, el sol como “espíritu”
primordial o el cielo como “progenitor”) que no son deidades como las que hemos
mencionado.
Esa Potencia Suma con la que el
hombre entra en relación se concibe diversamente en las diferentes religiones,
aunque podemos agruparlas en dos grandes bloques. Para unas, es un Poder
impersonal, concebido como una Ley
(el Dharma de las religiones orientales),
como un Destino (el Fatum de los romanos) o como una Fuerza (el Mana en algunas religiones primarias). Para otro grupo de
religiones se trata de un Poder Personal, que se presenta como un
Ser divino (el Ser Supremo, el Transcendente, el Altísimo, El Absoluto, etc.) o
como una pluralidad de seres divinos, generalmente jerárquicamente organizados.
Las religiones serían toda esa gama plural de experiencias que relacionan al
ser humano con esa Realidad. En las grandes religiones monoteístas esa relación
remite a la Realidad divina como Dios
/ YHWH / Adonai / Alá.
2. En segundo lugar, en todas las religiones hay
siempre una explicación del Mundo, una COSMOGONÍA, que narra
mitológicamente la génesis del mundo. El mito se sitúa siempre en el
tiempo de la divinidad, el tiempo primordial en que el mundo ha sido creado. En
las narraciones religiosas tradicionales, todos los actos importantes de la
vida han sido revelados en el principio por dioses o héroes. Es decir, la
consistencia real se adquiere por repetición o participación en la realidad
divina. Todo lo que no tiene un modelo ejemplar carece de sentido, carece de
verdadera realidad.
3. En tercer lugar, el hombre religioso participa
de ese tiempo primordial y de ese mundo divino a través del RITO.
El rito establece un espacio y un tiempo sagrado. En la experiencia religiosa lo
sagrado es lo real por excelencia, pues
sólo lo sagrado es de un modo absoluto. Por eso, lo sagrado es el centro. El
simbolismo espacial del centro puede formularse así:
· La
montaña sagrada, en donde se reúne el cielo y la tierra
· El
templo o el palacio o la ciudad santa que, son en realidad, una montaña
La
cima de la montaña cósmica no sólo es el punto más alto de la tierra sino
también donde comenzó la creación. Para la mentalidad arcaica existen dos
axiomas principales:
1.
Toda creación repite la creación del mundo
2.
Todo lo fundado lo es en el centro del mundo
Por la paradoja del rito todo espacio consagrado coincide
con el centro del mundo, así como el tiempo de un ritual cualquiera coincide
con el tiempo mítico del principio. Así
ocurre con el matrimonio, que reproduce la unión entre el cielo y la tierra, o
con la orgía. Uno y otro constituyen rituales que imitan actos divinos o ciertos
episodios del drama sagrado del cosmos.
Un
espacio situado en el centro del mundo, en el que el hombre entra en contacto
con la divinidad y un tiempo en el que se reactualiza el tiempo primordial de
la acción divina. El espacio sagrado delimita el Mundo humano, es el centro del
cosmos, del Mundo inteligible y ordenado, el único donde el hombre puede vivir
orientado, porque es un mundo que tiene “sentido” o significado. El espacio
sagrado es morada, ciudad o templo, y se distingue esencialmente del espacio
profano, que es el caos donde el hombre no puede vivir porque está desorientado
y se pierde. El espacio profano es “insignificante” y sin sentido, no es un
espacio donde el hombre pueda vivir porque en él no hay relación con la
divinidad. Los mitos se narran en los
ritos. Esas acciones rituales se celebran en las fiestas por las que la
comunidad religiosa participa en el tiempo de los dioses, entra en comunión, en
comunicación existencial y ontológica con la divinidad. El tiempo sagrado es
eterno, primordial, reactualizable en los ritos rítmicamente celebrados; en
cambio el tiempo profano es caduco e irrecuperable. En el tiempo sagrado el
hombre participa de la eternidad divina. Son las Fiestas o los ritos de
iniciación en el que el hombre “pasa” de este mundo al otro mundo, en el que el
hombre, en un cierto sentido, muere y comienza una vida “nueva”.
4. En cuarto lugar, en toda religión hay siempre
una ESCATOLOGÍA. El hombre religioso, al participar del mundo
divino, que es siempre, eterno y no caduco como el mundo profano, obtiene una
garantía de futuro absoluto. Participar de la vida de la divinidad es
participar de su eternidad. Quien participa de la vida eterna, tiene vida
eterna. Por eso, en todas las religiones hay también un culto a los muertos,
aquellos que han entrado definitivamente en el tiempo sagrado.
5.
En quinto lugar, toda religión posee una TRADICIÓN y una MORAL.
Toda religión se transmite de generación en generación y con ellas el conjunto
de normas que regulan e identifican la vida de la comunidad religiosa.
Unido
a los cinco rasgos citados podemos señalar los rasgos constitutivos de la
actitud religiosa, los elementos fundamentales que se nos imponen por
una forma peculiar de estar en el mundo, dictados por la presencia de un
absoluto que relativiza la existencia humana. Elementos que podemos reducir a
tres:
Dios, como ser supremo y totalmente distinto,
el hombre, como ser en el ejercicio de
su existencia,
y la relación entre ambos, por la que
el hombre alcanza su realización.
Estos
elementos son los que determinan los caracteres propios de lo que
entendemos como acto religioso:
a. Carácter dinámico.
Toda
actitud o relación religiosa supone una experiencia que compromete a la persona
entera en una tarea que le empuja a
conseguir el desarrollo integral de su vida y sus aspiraciones. El elemento
salvífico que aparece en todas las religiones exige una conducta o respuesta
ética que persigue la integración de su vida en la vida de la divinidad o
realidad absoluta y trascendente.
b. Carácter emocional.
Aspecto
que responde a una dimensión esencial del hombre, su afectividad. En todas las
religiones, y bajo distintas formas, aparece siempre el elemento afectivo en todos los fieles, bien sea como una actitud
de temor o como amor y confianza.
c. Carácter místico.
La
actitud religiosa no es algo añadido a la vida del hombre, sino que le
concierne como dimensión más profunda de su ser, en cuanto se experimenta a sí
mismo siendo, perteneciendo y viviendo en función de otro. En todas las
religiones hay ejemplos de hombres que viven la presencia de lo absoluto en su
propia conciencia de forma extraordinaria y se sienten colaboradores de esa
presencia que les invade.
d. Carácter doctrinal.
El
hecho religioso no es un simple sentimiento o un acto lúdico, implica una actividad
intelectiva, en la que la fe y la creencia aparecen como elementos esenciales y
le proporcionan la verdad que necesita para vivir. Esta es la base dogmática de
las religiones, todas las verdades que le son reveladas y recogidas en sus
tradiciones orales o escritas.
e. Carácter
colectivo-eclesial.
Si
la condición o experiencia religiosa afecta a la persona entera, parece
evidente que la viva desde su dimensión comunitaria. Si el hombre es un ser
social por naturaleza, parece lógico que su religiosidad se inscriba en el
marco de lo colectivo. Todo ser humano, en el ejercicio de su existencia, está
constitutivamente vinculado a sus semejantes, de tal forma que la consecución
de su fin personal depende en gran parte de los demás. Por lo tanto, la realización
y salvación no son asuntos privados, sino que implican una dimensión colectiva.
Pero
esta dimensión comunitaria, por su aspecto externo, se encarna en estructuras
sociales concretas. La religión también da lugar a comunidades o instituciones
con sus lenguajes, hábitos y condiciones concretas. Es el denominado carácter
eclesial del fenómeno religioso.
f. Carácter
inmanente-trascendente.
Todo
acto religioso apunta siempre a un más allá, a una realidad que está por encima
de lo terreno y de lo humano. Todas las religiones expresan ese carácter
presentando el absoluto en función del existente humano o concibiendo la vida
como un movimiento de superación hacia un fin trascendente, pero siempre
entendido desde la inmanencia del trascendente en el hombre. Dios no se
desentiende da la vida humana, pues, aunque lejano, se encuentra en la órbita y
perspectiva del hombre.
La
religión es de naturaleza prospectiva, pues Dios no es objeto de una intuición
teórica ni de una captación inmediata, sino que se presenta en la interioridad
del hombre cuando este se esfuerza por captar dicha presencia de una manera
explícita. Por ello, para que haya una religión debe haber una verdadera
trascendencia que se hace presente a través de una llamada que brota de lo más
íntimo del sujeto. La religión no es sólo respuesta del hombre, es también
interpelación desde un principio que está más allá de su propia vida.
Resumiendo,
podemos decir que la actitud religiosa se explica desde la presencia en el
hombre de un ser superior, totalmente otro o misterio, que lo llama libremente
a participar de su vida. Vida que se convierte en objetivo del acto religioso.
I.5. Un ejemplo: la
religión en la Biblia.
Los
rasgos que acabamos de indicar se aprecian claramente en todos los fenómenos y manifestaciones religiosas, pero de manera
especial en la religión judeocristiana.
En
esta tradición, todos esos rasgos aparecen claramente reflejados el
comportamiento o respuesta religiosa de
los hombres, pero siempre desde un doble carácter:
la conciencia de ruptura de nivel ontológico
representado por Dios
y el convencimiento de la infinita distancia
que lo separa del hombre.
Desde
esta doble convicción podemos señalar las características del comportamiento
religioso que se reflejan en su texto sagrado, la Biblia:
a. Reconocimiento de la
trascendencia.
El
hombre del Antiguo Testamento es consciente de la desproporción
ontológica de su ser respecto a Dios, y así lo refleja en el concepto
distinto que tiene de sí mismo y del absoluto. A la espiritualidad, santidad,
eternidad, plenitud e inaccesibilidad de la realidad divina, opone la
materialidad, maldad, finitud y caducidad del hombre.
b. Temor reverencial.
El
primer sentimiento que experimenta el hombre ante esa grandeza y desproporción
de lo divino es de estupor y de asombro. Conciencia que se transforma en temor
reverencial, al sentirse directamente concernido por la presencia del
Todopoderoso.
c. Respeto y servicio.
Pero
ese sentimiento no significa un experiencia de temor que anule al hombre o le
obligue a huir lejos de Dios, sino que se transforma en un sentimiento
positivo, en una confianza que es garantía del cumplimiento del pacto, lleva al
hombre a entregarse confiadamente servicio divino mediante la práctica de la
justicia y el amor al prójimo.
d. Adoración y culto.
Como
consecuencia de esa entrega confiada, la actitud de servicio es entendida y
vivida por el hombre creyente como un homenaje a Dios y un acto de culto que
viene exigido por la desproporción entre el creador y su criatura, y por el
dominio que aquel ejerce sobre ésta.
e. Entrega total e
incondicionada.
El
hombre creyente experimenta que el reconocimiento de la superioridad de Dios le
exige una sumisión incondicional que se concreta en una entrega voluntaria y total,
porque en el reconocimiento de la propia nada y en la entrega a Dios es donde
el hombre encuentra la razón de su propia existencia.
f. Plenitud o salvación
como recompensa.
La
meta final de la experiencia o relación religiosa no consiste en algo ajeno y
añadido a la vida del hombre, sino que es vivido como la plena realización de
su ser personal y la conquista de su salvación como participación de la vida
divina. Llegar a una divinidad que otorga plenitud ontológica y antropológica,
que todos los hombres de todos los tiempos han buscado y a la que todos se
sienten llamados.
Por
completar estas afirmaciones sobre la religión, la Biblia presenta como modelo
perfecto de hombre religioso a Jesucristo, que entiende y ejerce su vida como
entrega continua de sí mismo al Padre por el cumplimiento amoroso y fiel de su
voluntad.
Reflexión final: a modo de resumen
El
hecho religioso, en su conjunto, es un fenómeno histórico, sin duda alguna
culturalmente importante. Su universalidad y persistencia ponen de relieve que
la religiosidad no es una simple coyuntura en la vida de la humanidad, sino más
bien una dimensión esencial, constitutiva, del ser humano, que no se conforma
con la realidad mundana y continuamente sobrepasa la realidad de la naturaleza
y sus realizaciones culturales para preguntarse por la Trascendencia. Con su
complejidad y enorme variedad, el hecho religioso manifiesta la incesante
búsqueda - o percepción - humana, por caminos muy diferentes, de una Realidad
que sobrepasa todo lo mundano y de la que espera la salvación definitiva.
Esta
búsqueda o percepción de lo divino, pese a todas las limitaciones concretas de
los diferentes caminos por los que se lleva a cabo, es un valor y exige por
tanto una actitud de diálogo y respeto entre todas las tradiciones religiosas.
[1] El estudio positivo no hace juicios
de valor; basado en los principios del enfoque científico (universalidad,
empirismo, comparación y objetividad), se limita a describir y comprender los
fenómenos.
[2] El estudio normativo enjuicia y
valora los fenómenos, tratando de responder a las preguntas sobre la verdad, el
valor y el sentido de los mismos.
[3] El Concilio
Vaticano II señala certeramente esta vinculación de la religión con los grandes
interrogantes del hombre, cuando dice: "Los hombres esperan de las diversas religiones la respuesta a los
enigmas recónditos de la condición humana, que hoy como ayer conmueven
íntimamente su corazón: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido y el fin de
nuestra vida? ¿Qué es el bien y qué es el pecado? ¿Cuál es el origen y el fin
del dolor? ¿Cuál es el camino para conseguir la verdadera felicidad? ¿Qué es la
muerte, el juicio, y cuál la retribución después de la muerte? ¿Cuál es,
finalmente, aquel último e inefable misterio que envuelve nuestra existencia,
del cual procedemos y hacia el cual nos dirigimos?" (Nostra Aetate n.
1).
[4] Por expresiones religiosas entendemos
cualquier gesto, palabra o acción (oración,
ofrenda, sacrificio, ritual, comportamiento moral...) con que el hombre
manifiesta su reconocimiento del Misterio o Divinidad o Absoluto, que se le ha
hecho presente, y realiza así su relación con El.
Tomado de: https://pochiteo.files.wordpress.com/.../descripcic3b3n-general-del-hecho-religioso-1....
Comentarios
Publicar un comentario